Queridos hermanos:

Un año más, la Santísima Virgen del Carmen nos convoca a participar en las celebraciones que se realizan en su honor.  ¡Cuántas oraciones a lo largo de todo el año se han elevado mirando hacia el Camarín de la Virgen del Carmen! ¡Cúantos ruegos, cuántas peticiones, cuántas súplicas, cuántos agradecimientos, cuántas lágrimas, cuántas esperanzas e ilusiones, cuántas plegarias…! Sólo Ella, la Virgen del Carmen lo sabe.

Y Ella siempre, siempre ahí, en su Camarín, contemplando, velando, intercediendo, cuidando, y protegiendo a todos sus hijos. Sabed, y no tengáis duda alguna, que Ella ha hecho suyos todos vuestros sufrimientos, todas vuestras alegrías, todos vuestros anhelos, todas vuestras cruces,...todo.  Ella que es el paño de lágrimas y el consuelo de todos los enfermos, de todos los que sufren la pérdida de un ser querido, de todos los cansados en el camino de la vida... Porque Ella nos lleva en su corazón. Por eso, es una ocasión más que suficiente para que todos juntos demos gracias a Dios por dejarnos a la Virgen del Carmen como Madre, como Reina y Señora de Nuestra Parroquia y del mundo entero.

¡Qué dichosos somos! ¡Sí, qué dichosos! Tenemos una gran intercesora en el Cielo: la Virgen del Carmen. Y aunque todo nos fallara en la vida, Ella nunca, nunca nos abandonará.

Por eso no hemos de temer porque Ella vela día y noche por todos sus hijos:

los que tiene fe, y los que no; los que siguen y buscan a Dios, y los que toman otros caminos en la vida; los que aman y viven intensamente  cada momento de la vida que Dios les regala y los que pierden el tiempo en banalidades y cosas efímeras, caducas, pasajeras; los que acuden a Ella y encuentran consuelo y paz, y los que no la visitan ni la recuerdan;…Todos, porque todos somos sus hijos.

Que el Señor, por intercesión de la Virgen del Carmen, os bendiga, os proteja y os acompañe siempre.